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Si vamos a creer las mediciones que circularon hasta el último momento en el que las encuestadoras podían difundir sus estimaciones, entonces esta primera vuelta será bastante inusual: los dos candidatos delanteros terminarán adelante por amplia diferencia, y todos los demás recibirán menos del 5% de los votos. Dependiendo de la encuesta que uno mire, las mediciones sugieren que el tercer lugar recibiría 4% (Comunicaliza), 5% (Informe Confidencial), o hasta 6% (Cedatos). Todos los demás alcanzarían porcentajes por debajo de dos por ciento.
Tal cosa sólo tiene un precedente histórico en las elecciones de 2013, cuando Rafael Correa sacó 52% de los votos totales, Guillermo Lasso sacó 21%, y el tercer lugar, Lucio Gutiérrez, sacó 6%. En la conversión a votos válidos, el resultado oficial para los tres fue 57%, 23% y 7%, respectivamente. Los demás candidatos recibieron porcentajes ínfimos.
El hecho de que una distribución así sólo se haya visto una vez en la historia reciente no es necesariamente un buen argumento para cuestionar las estimaciones que circulan hoy. Es mejor pensar las cosas en términos de comparaciones entre el electorado de unos candidatos versus otros. Lo explico mejor.
Al siguiente día del debate presidencial del pasado 19 de enero, circulaba la especulación de que Andrea González subiría en su intención de voto por su buen desempeño, y de que eso le restaría votos a Daniel Noboa porque ambos son candidatos del espectro anticorreísta. Yo publiqué un artículo sugiriendo que eso no funciona así porque Andrea González y Noboa no comparten el mismo electorado —en el fondo, porque no todos los anticorreístas son iguales.
Pero eso no es algo que se puede entender a partir de las respuestas individuales recogidas por una encuesta. La evidencia que sostiene el argumento está en el análisis del comportamiento electoral del conjunto de electores, comparando la distribución de votos de diferentes candidatos. Considerando que un indicador aproximado de los votantes de Andrea González en estas elecciones son los votantes de Christian Zurita (en reemplazo de Fernando Villavicencio en 2023), así es como se ve esa comparación en Quito.
En Quito, por ejemplo, los datos sugieren que el electorado de Noboa y el electorado de Zurita son opuestos. No son complementarios. Donde le va bien a uno, le va mal al otro, y viceversa. Como decíamos en ese artículo:
Las juntas electorales pertenecen a recintos electorales, que a su vez pertenecen a parroquias, que son diferentes en sus condiciones socioeconómicas, en las características demográficas de sus habitantes, e incluso en los consumos culturales de los mismos. No podemos saber en última instancia cuáles son las motivaciones que le llevan a un elector a votar por un determinado candidato, pero mirando los resultados de Quito en conjunto no es difícil imaginar que las preferencias de los electores de Noboa son diferentes y contrapuestas a las preferencias del electorado de Zurita. Son electorados distintos.
Cuando la siguiente medición apareció, esta hipótesis fue aparentemente corroborada: González subió poco hasta alcanzar 4%, y Noboa no bajó, sino que subió casi dos puntos. En resumen, las comparaciones de este tipo son informativas porque permiten sugerir hipótesis sobre el comportamiento electoral de los electores.
Volviendo a las mediciones para la primera vuelta, aceptar que sólo dos candidatos llevan la delantera con porcentajes elevados, y que todos los demás candidatos no reciben prácticamente nada del pastel de votos, significa aceptar que los primeros dos candidatos están absorbiendo casi toda la votación que fue a diferentes terceros candidatos en las elecciones anteriores.
¿Es eso probable?
En las elecciones anteriores, hace apenas año y medio, los primeros lugares fueron Luisa González (34%), Daniel Noboa (23%), Christian Zurita (16%), Jan Topic (14%) y Otto Sonnelholzner (7%).
Como mostramos, las preferencias del electorado de Noboa parecen ser opuestas a las preferencias del electorado de Zurita en Quito. El patrón de oposición es parecido en Tungurahua, en otras provincias es más débil, y en algunas provincias, como Esmeraldas o Imbabura, el patrón es ciertamente positivo. Pero Esmeraldas e Imbabura representan alrededor del 5% de la votación de Zurita. El 23% de su votación vino de Pichincha.
Es decir, especulando con estos parámetros, unos cuantos votos de ese 16% que alcanzó Zurita en 2023 pueden ir ciertamente con Noboa. Pero la expectativa razonable es que sean pocos. ¿Dónde están los demás? ¿Irán a Andrea González o al actual candidato de Construye, Henry Cucalón? A eso me refiero con los votos “invisibles”.
La misma pregunta aplica para la votación de Topic —cuál sería la expectativa razonable con respecto a esos votos— y en este caso es más difícil especular porque la evidencia es menos clara. Mirando a nivel de recintos electorales, parecería que la correlación entre votantes de Noboa y votantes de Topic es positiva, es decir, evidencia de que son electorados complementarios, en varias de las provincias de gran peso electoral: Guayas, Pichincha, Manabí. Al hacer el mismo análisis a nivel de juntas electorales, la relación no es tan clara.
Por esa razón, yo estaría más inclinado a aceptar que Noboa es capaz de absorber la votación que en 2023 fue a Topic, pero tengo cierta reserva porque los datos no son enteramente conclusivos al respecto.
Finalmente, ¿dónde está el 7% de Otto Sonnenholzner? Más de la tercera parte de los votos de Sonnenholzner en 2023 vinieron de Guayas, y una cuarta parte vino de Pichincha. En ambas provincias —especialmente en Pichincha— la comparación Noboa vs Sonnenholzner muestra un patrón de oposición que sugiere que los votantes de uno no son los votantes de otro. En las mediciones que circularon hasta la semana pasada, ¿dónde están esos votos?
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Cuando propongo estas preguntas, pienso en las mediciones más populares que circularon después de la primera vuelta electoral de 2023. Específicamente, pienso en esta imagen, difundida después de las elecciones, que muestra la trayectoria de la intención de voto durante el período en el que las encuestas no podían ser difundidas públicamente.
Si creemos esto, Noboa tenía 3% de intención de voto el día antes del debate, y registró 18% el día después. Hace unas semanas escribí un artículo sugiriendo que el desempeño de Noboa no fue particularmente notable ni decisivo durante el debate. Los factores que podían explicar su ascenso —presencia en territorio de la Cruzada Nueva Humanidad de la madre de Noboa, campaña efectiva en redes sociales, familiaridad con el nombre del candidato gracias Álvaro Noboa— son factores que no empezaron en la última semana de las elecciones. Ciertamente no empezaron el día después del debate. ¿Por qué las encuestas no detectaron a Noboa antes?
En 2023, como este año, hubo literalmente muchos votos invisibles que no aparecieron sino hasta el final. ¿Dónde están esos votos invisibles ahora?