¿Qué tendría que ocurrir para que Noboa gane la presidencia?
Y por qué el camino a la segunda vuelta de 2025 luce cuesta arriba
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La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador produjo un resultado extremadamente inusual: los dos candidatos delanteros acapararon casi el 90% de la votación.
Luisa González y Daniel Noboa pasaron a segunda vuelta para enfrentarse nuevamente en abril, empatando con 44% cada uno. Leonidas Iza, candidato de Pachakutik y líder del movimiento indígena, quedó en tercer lugar con 5%. Andrea González de Sociedad Patriótica quedó cuarta con menos del 3%, y los 12 candidatos restantes sacaron cada uno menos del uno por ciento de los votos.
Con estos resultados, esta primera vuelta de 2025 fue, en efecto, un reprise de la segunda vuelta de las elecciones de 2023, cuando Daniel Noboa fue electo presidente. Y tiene sentido: las elecciones que llevaron a Noboa a la presidencia fueron hace apenas 15 meses; los mismos dos candidatos se enfrentaron en esa elección —González fue la misma candidata del correísmo y Noboa el de ADN—; los otros partidos eligieron a sus candidatos hace apenas muy pocos meses; la campaña fue muy corta como para que otros candidatos se dieran a conocer; la información cualitativa de grupos focales indicaba que los electores estaban “cansados” de tener tantas elecciones seguidas y quizás no tenían espacio o interés para prestar atención a otras opciones fuera de las dos ya conocidas; en fin. La observación parece sensata.
Lo que quiero hacer es pensar en sus implicaciones.
Si aceptamos que el marco conceptual para leer las elecciones del domingo pasado es pensarlas como un reprise de la segunda vuelta de las elecciones anteriores —y me parece lo adecuado—, entonces también hay que hacer explícitos los supuestos del modelo para entender el comportamiento de los votantes.
Si los electores votaron con las mismas preferencias, actitudes o motivaciones, en resumen, si enfrentaron la papeleta del domingo pasado de la misma forma que enfrentaron la papeleta del balotaje de 2023, entonces significa que los dos candidatos ganadores —acaparando el 90% de los votos— ya absorbieron prácticamente toda la votación que habría ido a otros candidatos —como normalmente ocurre en las primeras vueltas— y queda muy poco espacio de maniobra rumbo a la segunda vuelta.
Es decir, en las primeras vueltas electorales, usualmente varios otros candidatos reciben porciones sustanciales de la votación. Camino a la segunda vuelta, esos votos recibidos deben convertirse en votos por uno de los dos finalistas. Algunos electores optan por anular el voto. Imagine un escenario en donde Noboa y González empataban tal como ocurrió, pero el empate era alrededor del 30% cada uno. Si los dos acaparaban 60% del voto, entonces el restante 40% iba a otros candidatos y, en ese caso, diríamos que hay un 40% en disputa para los dos finalistas.
Ese no es el caso. Los dos finalistas acapararon el 90%, y el 10% que queda para disputar implica que cualquier estrategia de campaña puede ser efectiva, pero es mucho más limitada simplemente por el contexto de la elección.
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Los dos candidatos tienen poco espacio para crecer y parecería que la segunda vuelta será apretada. Sin embargo, los resultados de la primera vuelta también revelan algo muy notable: los caminos para ganar la presidencia para Daniel Noboa parecen haberse reducido.
Como hemos insistido varias veces, Noboa pudo ganar la presidencia en 2023 gracias a un masivo voto en segunda vuelta que era muy heterogéneo internamente, y que, por cualquier razón, prefería una alternativa diferente al correísmo. Ese voto no le pertenecía orgánicamente: se fue con él ciertamente, pero podría haberse ido con otro candidato si las cosas eran diferentes y la alternativa al correísmo en segunda vuelta era otra.
En la primera vuelta de 2023, Luisa González alcanzó 34% y Daniel Noboa obtuvo 24%. El día después de la primera vuelta de 2023, especulando sobre cómo votarán los electores que votaron por todos los demás candidatos, era sensato suponer que Noboa tendría una cómoda victoria sobre el correísmo. Así ocurrió.
Me parece que las cosas después de la primera vuelta de 2025 son distintas.
Si Noboa ya absorbió los votos que en segunda vuelta le hubieran llegado dadas las características de esta elección, entonces el termómetro más adecuado de su desempeño electoral en la primera vuelta del domingo es la comparación de la primera vuelta de 2025 con la segunda vuelta de 2023. En esa comparación es donde las cosas no pintan bien para Noboa.
(Cómo leer la figura. El eje horizontal muestra la votación de Noboa en 2da vuelta de 2023, el eje vertical muestra su votación en la 1era vuelta de 2025. Mientras más hacia arriba o hacia la derecha, mejor es su votación en ambas elecciones. Cada círculo es uno de los 221 cantones del Ecuador. El tamaño de los círculos representa el número de electores: las ciudades más grandes son los círculos más grandes. La línea diagonal es un punto de referencia. Mientras más cerca está un cantón de la diagonal, más parecida es la votación de 2025 comparada con la de 2023. Mientras más lejos está por debajo de la diagonal, peor es la votación de 2025 comparada con la de 2023)
En los territorios de su mejor rendimiento electoral, Noboa registra brechas importantes. En Ambato, uno de los cantones que más le apoyaron en ambas elecciones, Noboa recibió 75% de la votación en la segunda vuelta de 2023 y acaba de recibir 62% el domingo pasado. En Loja, otro territorio de fuerte apoyo, en 2023 recibió 77%. El domingo acaba de recibir 65%.
Para hablar de las ciudades más grandes, Quito y Guayaquil, juntas, representan más del 30% de los votos del Ecuador. En Quito, en la segunda vuelta de 2023, Noboa recibió 62%. El domingo acaba de recibir 50%. En Guayaquil recibió 54% en 2023 y acaba de recibir 47% en 2025.
¿De dónde va a sacar los votos que le faltan para cerrar esa brecha y llegar al nivel que le permitió ganar en 2023? Mejor dicho, la pregunta completa es: ¿de dónde va a sacar los votos que le faltan para cerrar esas brechas de más de 10 puntos en algunos casos, si en varios territorios sólo hay alrededor de 10% de votos en disputa?
En principio, parecería que los números no le alcanzan.
Al hacer la misma comparación en la votación de Luisa González, la evidencia sugiere que González parece haber mantenido el mismo nivel de apoyo electoral que recibió en la segunda vuelta de 2023. Para hablar de las ciudades grandes, en Quito recibió 38% en 2023 y 37% en 2025. En Guayaquil: 46% en 2023, 45% en 2025.
(Leyendo la figura, la mayoría de los cantones están muy cerca de la diagonal)
La diferencia con respecto al patrón de Noboa es notable. Y tiene sentido: si Noboa ganó en 2023 mayormente con una votación prestada, que no le pertenecía, y que era frágil, tiene sentido que las brechas sean mayores donde el apoyo electoral de 2023 fue mayor, porque las cifras altas de Noboa se alcanzaron precisamente donde más se sumaron los votos frágiles. De hecho, publicamos un artículo sobre esto en agosto de 2024 y el título fue, literalmente, La fragilidad electoral de Daniel Noboa.
Mirando la votación de la RC, parecería que su apoyo se mantuvo estable comparado con la segunda vuelta de 2023, donde las preferencias de los electores debían decantarse por uno de los dos finalistas. Las únicas excepciones —que, por cierto, son cantones muy pequeños— son los cantones de alto rendimiento electoral de Leonidas Iza. Sigchos, Pujilí, Salcedo, o Saquisilí, todos en la provincia de Cotopaxi, cuna de Iza, son ejemplos de eso.
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Con estas consideraciones, para nadie es novedad que uno de los grandes factores dirimentes de la segunda vuelta será la votación de Leonidas Iza. Especular sobre la dirección de los votos de Iza queda para una próxima entrega. Por ahora sólo quiero llamar la atención sobre una idea equivocada sobre la composición de su votación.
Digámoslo con claridad: la votación de Leonidas Iza, líder del movimiento indígena, viene mayoritariamente de centros urbanos, y no de parroquias rurales, de población indígena o campesina. La votación más fuerte en términos de porcentaje se observa efectivamente en muchas parroquias rurales, pero eso no es decir lo mismo. La mayor parte de ese 5% que alcanzó viene de centros urbanos.
Más específicamente, la mitad de la votación de Leonidas Iza viene de apenas nueve cantones, todos predominantemente urbanos (figura más abajo). Sólo de Quito sale casi la quinta parte de su votación. Nuevamente, la especulación de a dónde irán los votos de Iza en la segunda vuelta queda para una próxima entrega, pero la siguiente comparación es informativa, mirando a los nueve cantones de donde sale el 50% de su votación.
En Quito, González obtuvo prácticamente la misma votación en 2023 y 2025. Noboa retrocedió 10 puntos, de 57% a 47%. Iza, en 2025, obtuvo 6%. En Ambato, la RC tuvo prácticamente la misma votación (23% vs 20%), Noboa retrocedió 12 puntos (de 69% a 57%), y Leonidas Iza sacó 10%. En Cuenca, la RC sacó la misma votación (34% vs 33%), Noboa retrocedió 12 puntos (de 57% a 45%), Iza sacó 5%.
Aparentemente, muchos de los retrocesos de Noboa se debieron a los votos que fueron a Leonidas Iza, Andrea González Nader, y en muchísimo menor medida a los otros candidatos. Es una pregunta empírica si también se deben a votos que fueron a la RC. Al momento no tengo esa respuesta.
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¿Qué debería ocurrir para que Daniel Noboa gané la presidencia en segunda vuelta? Los caminos para ganar se le redujeron.
Para ganar en segunda vuelta, Noboa debe contar con casi la totalidad de los votos de Andrea González, casi la totalidad de los votos de los otros candidatos de los porcentajes mínimos, y buena parte —en el orden de 30-40%— de los votos de Leonidas Iza.
Un segundo camino sería que una porción sustancial de los votos de Iza en territorios específicos —Pichincha, Azuay, el Oriente, la Costa— se conviertan en votos nulos. Algo parecido a lo que ocurrió en 2021, cuando buena parte de los votos que se le desgranaron a Andrés Arauz y fueron a Yaku Pérez en primera vuelta, no le “regresaron” a Arauz sino que se convirtieron en votos nulos y le representaron un déficit al correísmo en segunda vuelta.
Azuay es un ejemplo de esa mecánica por excelencia (no así, la Sierra centro). La magnitud de los nulos fue tal (16%, récord histórico) que no sólo que acortaron la distancia de Lasso con respecto a Arauz, sino que literalmente le empujaron a Lasso por encima de Arauz y le ayudaron a ganar. En 2021 publicamos antes de la segunda vuelta sobre cómo esto podría darse y cómo efectivamente ocurrió.
Y finalmente, un tercer camino es contraintuitivo. Noboa podría arrancarle votos a Luisa González, aunque lo mismo puede ocurrir al revés.
El problema con adoptar el marco conceptual de la polarización sin beneficio de inventario es que pierde de vista que, si bien hay electores apegados a una de las dos alternativas en la papeleta, hay un segmento de electores de preferencias correlacionadas, que podrían votar tanto por el uno como por el otro, porque ambos son opciones percibidas como parecidas e incluso intercambiables para ellos. El argumento está mejor desarrollado en un texto de diciembre.
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Al cerrar estas reflexiones, salgo de los números y pienso en la anécdota para ver si estos argumentos tienen sentido. Pienso en la votación de gente que conozco: unos votantes de Noboa, motivados por convicciones racionales o afectivas que prefieren cualquier cosa ante el regreso del correísmo. Otros, votantes de la RC, críticos de la RC, pero que prefieren cualquier cosa en lugar de Noboa. Y pensando en los votos urbanos, progresistas, y probablemente anticorreístas, de Iza, de Quito por ejemplo —la quinta parte de su votación— ¿van a plegar con el correísmo en la segunda vuelta? ¿Se van a convertir en votos nulos y representar un déficit que favorece a Noboa? ¿Van a ir directamente a Noboa? Lo importante con estas preguntas no son las respuestas. Son las magnitudes.