Si esta es su primera vez leyendo LPH, bienvenido! Si no, bienvenido de vuelta. Si desea recibir estos artículos directamente y gratis a su correo electrónico, le invito a suscribirse. Por ahora, más que crear una audiencia, estoy tratando de crear una comunidad —JRS
Hasta ahora, la conversación sobre las probabilidades de victoria de Luisa González y Daniel Noboa en la segunda vuelta ha sido una conversación sobre los votantes que en primera vuelta votaron por otros candidatos. Noboa y González, como es obvio, podrían ganar dependiendo de la cantidad de votos que reciban de aquellos electores que en primera vuelta optaron por otras opciones.
Buena parte de la atención ha estado enfocada en la votación de Leonidas Iza, candidato de Pachakutik, de retórica anti-Noboa, y que superficialmente se asume que va a sumar más votos a la candidata de la Revolución Ciudadana. El análisis más riguroso del comportamiento electoral de los votantes muestra que las cosas no se pueden asumir así nada más: si bien es más probable que González absorba la mayoría de los votos de Iza en Pichincha, los datos sugieren que en la Sierra Centro es Noboa quien tendría una ventaja.
Pero fuera de eso, hay supuestos que no han sido suficientemente examinados y que también merecen atención. En esta entrega quiero abordar dos de ellos.
La fragilidad del voto de la Revolución Ciudadana y de Noboa
La candidata de la Revolución Ciudadana alcanzó de manera inédita el 44% de los votos válidos en primera vuelta —en números redondos, 4.5 millones de votos. Eso significa que González recibió una combinación de votos “duros” de la RC —aquellos que han votado por la RC como primera opción en elecciones anteriores y nunca consideran ninguna otra opción—; votos “blandos” —aquellos que votan por la RC pero estarían dispuestos a votar por otra opción—; y votos “frágiles” —aquellos que nunca han votado por la RC en primera vuelta pero esta vez lo hicieron, por las razones que sean.
La estimación de las magnitudes de cada grupo es materia de las encuestas. Si yo fuera encuestadora, dedicaría cierto esfuerzo a estimar la magnitud y caracterizar al grupo de los votantes frágiles: quiénes son, dónde están, cuáles son sus preferencias y motivaciones para votar, y si esas preferencias y motivaciones coinciden o no con aquellas de los electores que votaron por Noboa.
Con datos agregados es imposible acceder a las preferencias, actitudes, valores, opiniones, y todo aquello que conforma la “caja negra” que determina la decisión de cada individuo de por quién votar. Pero los datos agregados brindan indicios importantes.
Al contrario de la intuición de que ”el electorado está polarizado entre las dos opciones finalistas”, los datos agregados sugieren que hay un segmento del electorado que podría votar tanto por una como por otra opción de manera intercambiable.
Para mostrarlo, considere las dos ciudades más grandes del país, Quito y Guayaquil, que juntas representan más del 30% de los votos del Ecuador. Lo que mejor ilustra el argumento es la distribución de la votación en las elecciones anteriores. El electorado en Guayaquil votó, en la primera vuelta de 2023, 34% por Luisa González y 25% por Daniel Noboa ¿Diría usted que eso es suficiente evidencia de polarización? Para nada.
Quito, en la primera vuelta de 2023, votó 26% por Luisa González y 24% por Noboa. ¿Es eso evidencia de polarización en el electorado? Tampoco. La presencia o ausencia de polarización se observa, indirectamente, en la distribución de los votos, es decir, en la forma como se comporta el electorado en su conjunto.
Tome el caso de Guayaquil. Más allá del resultado para ambos candidatos, la distribución de la votación por juntas electorales muestra un patrón bastante evidente: en juntas donde Daniel Noboa recibe una fuerte votación, Luisa González recibe una votación débil, y viceversa. Donde le va bien a uno, le va mal a otro.
Ahora considere el caso de Quito. Nuevamente, más allá del resultado para ambos candidatos, la distribución es lo que interesa, y la distribución de la votación por juntas electorales en Quito es bastante diferente a la de Guayaquil.
En Quito no se observa el mismo patrón de oposición. Al contrario, la correlación entre ambas votaciones es débil pero positiva, es decir, donde le va bien a uno, también le va bien a otro.
Mientras Noboa y González parecen ser percibidos como opciones contrapuestas para el electorado de Guayaquil, el electorado de Quito no percibe la misma oposición. Decir que donde le va bien al uno también le va bien al otro, como en el caso de Quito, equivale a decir que hay algo en los candidatos que hace que sean opciones similares —o incluso intercambiables— en el caso del electorado quiteño.
Los datos permiten especular que para los votantes en Quito la frontera entre los dos candidatos es bastante porosa. Esto es algo que no se puede entrever en las encuestas si se toman sin contexto: existe una zona de intersección donde quienes votan por Noboa tienen preferencias que podrían también permitirles votar por González. Y al revés también: una parte de los votantes de González parecen tener preferencias que les permitirían votar por Noboa.
¿Por qué usamos los datos de la primera vuelta de 2023 y no de 2025 para este argumento? Porque, como hemos dicho, la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2025 fue en efecto un reprise de la segunda vuelta de las elecciones anticipadas de 2023 que llevaron a Noboa al poder. En la primera vuelta de 2025 parecería que la mayoría de los electores que normalmente habrían votado por otras opciones en primera vuelta ya se distribuyeron entre los dos candidatos finalistas. El argumento es que entre esos votos ya distribuidos están los votos frágiles —los votos de los electores que no habían votado por Noboa o por González en primera vuelta en ocasiones anteriores, pero lo hicieron esta vez.
Los datos de 2023 —no los de 2025— son informativos de las preferencias de los electores en una elección en “condiciones más normales”, y revelan si el electorado percibe a los candidatos como contrapuestos o no. El mismo análisis no sería apropiado en una segunda vuelta, y la primera vuelta de 2025 fue prácticamente una segunda vuelta en términos de comportamiento electoral.
Especulando, diríamos que algunos de esos votos frágiles no están sólidamente del lado de González o de Noboa, respectivamente. Noboa y González pueden ceder votantes el uno al otro.
Hasta ahora la conversación ha asumido que, camino a la segunda vuelta, ambos candidatos pueden contar con la votación que recibieron en la primera vuelta —alrededor de 4.5 millones de votos cada uno. Sin embargo, hay razones para especular que esa contabilidad podría fallar para uno de los dos lados, y que los electores más frágiles y menos convencidos de su voto en primera vuelta, podrían migrar del uno al otro lado por efecto de las estrategias de campaña o al vaivén de la coyuntura.
¿Puede Noboa contar con todos los votos anticorreístas?
Un segundo supuesto que se ha dado por sentado es que, rumbo a la segunda vuelta, Noboa puede contar con todos los votos del anticorreísmo. Creo que esa parte del presupuesto del candidato también merece ser examinada.
Los votos de Andrea González Nader —algo más de 275 mil— encarnan de mejor manera el segmento del anticorreísmo más militante en el electorado. Ciertamente se puede decir lo mismo de los votos de Henry Cucalón y quizás otros candidatos, pero Cucalón recibió menos de 40 mil votos a nivel nacional. El análisis detallado no se justifica al haber tan pocos votos que analizar, y sobre todo el argumento a continuación sería el mismo.
En el mapa electoral, Andrea González ocupa la posición que en 2023 ocupaba Christian Zurita en representación de Fernando Villavicencio. Si la objeción aquí es que la votación de Zurita en 2023 fue extraordinaria y se debió al asesinato del candidato principal, la respuesta es que eso no importa porque estamos hablando del mismo electorado y la diferencia sería una diferencia de magnitud y no de sustancia.
Aplicando la misma perspectiva para el análisis que en la sección anterior, la pregunta clave es si el electorado de Zurita, o Villavicencio, o Andrea González, o Cucalón, etc., tiene preferencias que coinciden o se contraponen con el electorado de Noboa.
La respuesta es que éstos parecen ser electorados contrapuestos.
No todos los anticorreísmos son iguales y, hasta donde los datos agregados permiten especular, los votantes de este grupo de candidatos están opuestos a la Revolución Ciudadana, pero también están opuestos a Noboa.
Quito y Tungurahua son casos emblemáticos porque es ahí donde Andrea González, Christian Zurita y otros candidatos de este grupo han tenido su mejor desempeño.
En Quito, el electorado de Noboa y el del candidato de este sector del anticorreísmo parecen ser contrapuestos: donde le va bien a uno, le va mal al otro, y viceversa. En Tungurahua, provincia que se ha configurado como bastión importante del anticorreísmo desde hace varios ciclos electorales, también se observa la misma oposición: quienes prefieren a Zurita, Villavicencio, o Andrea González, no apoyan a Noboa en las mismas proporciones, y viceversa.
¿Por qué esta consideración es importante? Nuevamente, porque la primera vuelta de 2025 fue un reprise de la segunda vuelta de 2023, y la gran mayoría de los votos que Noboa iba a recibir en un balotaje en esta elección ya los recibió en la primera vuelta. Un ejemplo ayuda a describir mejor esta mecánica.
La parroquia más anticorreísta de Quito es, indiscutiblemente, Rumipamba. De manera consistente, desde hace varios ciclos electorales, el candidato correísta en las elecciones nacionales, e incluso en las elecciones locales, ha tenido su peor desempeño en Rumipamba.
En Rumipamba, parroquia del norte Quito, Noboa recibió un escaso 12% en la primera vuelta de 2023. El apoyo mayoritario en Rumipamba fue a Christian Zurita, 40%, y Otto Sonnenholzner, 21%. En la segunda vuelta de 2023, Noboa alcanzó el 80% de la votación de esa parroquia. Evidentemente absorbió los votos de Zurita, Sonnenholzner, y otros candidatos.
En la primera vuelta de 2025, Noboa alcanzó casi el 73% de la votación de esa parroquia. La gran mayoría de los electores de Rumipamba votaron por Noboa como si ya estuvieran votando directamente en la segunda vuelta. Ahí están sus votos duros, sus votos blandos y sus votos frágiles. Fuera de eso, los votos que no recibió y que fueron a Andrea González y otros candidatos, son votos anticorreístas ciertamente, pero es probable que sean de electores que no simpatizan con él. ¿Cómo votarán esos electores en la segunda vuelta? ¿Votarán por Noboa o anularán el voto en inconformidad con la gestión del actual presidente?
En vista de las declaraciones y los sucesos recientes, a veces me pregunto, por ejemplo, cómo van a votar las Ana Galarzas del mundo. El supuesto hasta ahora ha sido que todos los anticorreístas se irán con Noboa. Lo prudente, en los zapatos del jefe de campaña, sería asumir que no se puede contar necesariamente con todos ellos.
Hola Javier mi nombre es Gustavo Arias soy periodista de Costa Rica, estoy buscando tu contacto porque quisiera hacerte una entrevista de cara a las elecciones. Me podrías escribir al correo gustavo.arias@crhoy.com.
Saludos.