¿Qué efecto tiene un debate presidencial?
Cuando pienso en el debate del 2023 como variable explicativa de la victoria de Noboa, a veces siento que tenemos la causalidad al revés.
Esta es una versión editada de un ensayo publicado originalmente el 19 de enero, antes del debate presidencial previo a la primera vuelta electoral en Ecuador, con el título “Cómo inciden las encuestas en el debate que incide sobre las encuestas que inciden sobre la elección”. Como siempre, si lo que encuentra en La Parte Honda le agrada y le añade valor, le invito a compartir y suscribirse.
En agosto de 2015, quince meses antes de las elecciones que llevarían a Donald Trump a la Casa Blanca, Fox News y Facebook organizaron el primer debate entre los candidatos republicanos que competían en las elecciones primarias y buscaban la nominación del Partido Republicano. Entre los precandidatos que disputaban la candidatura estaban Jeb Bush, Scott Walker, Chris Christie, Ted Cruz, Rand Paul, entre otros, y por supuesto, Donald Trump.
Para decidir quién iba a participar en el debate, los organizadores anunciaron que sólo podrían participar aquellos candidatos que estuvieran "en el top diez del promedio de cinco encuestas nacionales recientes". Diez candidatos participaron en el debate principal transmitido en prime time, y otros siete candidatos participaron en un debate secundario, realizado el mismo día pero más temprano.
La posición de los candidatos en el escenario del debate es importante porque los que están en el centro normalmente reciben más tiempo en cámara, hablan durante más tiempo, e incluso reciben más preguntas. Los organizadores utilizaron las mismas encuestas para decidir las posiciones de los candidatos en el escenario, con los candidatos delanteros en las mediciones siendo colocados en los podios centrales, y los candidatos que estaban más abajo en el ranking ocupando los podios laterales.
Las encuestadoras de mejor reputación se negaron a participar en el promedio de las mediciones que determinarían la participación o la posición de los candidatos en el debate. Sus directores dijeron que sus encuestas en realidad no estaban diseñadas ni tenían el propósito de orientar la atención del electorado de esa forma. Las encuestadoras más rascuaches se prestaron para hacerlo. Donald Trump ocupó el podio central.
Después del debate, la campaña de Trump anunciaba en su sitio web que "Trump dominaba la encuesta de la revista Time", e incluía un link a un artículo de Time donde se reportaba que el 47% de las personas decían que Trump había ganado el debate. Ese 47% era en realidad el resultado de un sondeo realizado por diversión a través de Playbuzz, una aplicación que se inserta en cualquier sitio web para generar tráfico a través de votaciones divertidas —algo así como votar por su película favorita de Disney. Puede votar cualquiera, haciendo click las veces que quiera. La propia Time decía: "The results of this poll are not scientific".
Leí estos detalles en un maravilloso artículo de Jill Lepore, titulado Politics and The New Machine, publicado en The New Yorker en 2015.
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El debate presidencial en Ecuador ha generado expectativa porque los resultados de la primera vuelta electoral muestran que hay muy poco espacio para la maniobra de los candidatos finalistas. Se asume que si Daniel Noboa y Luisa González reciben la misma votación que recibieron el 9 de febrero, lo que queda de votos por disputar es muy poco, y la victoria será de quien pueda convencer a la mayoría de ellos. Se cree que el debate será una forma de convencerlos.
Al mismo tiempo —y esto es lo que merece reflexión— se entiende que el debate es más que nada performativo. El país está expectante como si el debate tuviera alguna consecuencia, sabiendo plenamente que el debate en sí —el intercambio y la confrontación de posturas— no tiene mayor efecto, y que lo más “importante” serán las frases, las reacciones, y los momentos que más se presten para ser empaquetados en productos comunicacionales cortos hechos para redes sociales. (Del debate presidencial del 2021 nadie recuerda la sustancia, pero todos recordamos la chanza de “Andrés, no mientas otra vez”.)
¿Qué efecto tiene un debate presidencial?
El consenso colectivo, escasamente cuestionado, es que Daniel Noboa logró su rápido ascenso en las elecciones anticipadas de 2023 gracias a su desempeño en el debate. Fue gracias al debate —dice el relato que se ha aceptado como cierto— que el candidato que registraba entre 3-5% de intención de voto una semana antes de las elecciones, ascendió a 18, 19, 20, y, finalmente, 23%, quedando en segundo lugar en la primera vuelta electoral.

Siempre he sentido envidia de los historiadores que hacen historiografía —esa variante de la investigación social que examina críticamente las fuentes y se fija tanto en lo que dicen como en lo que no dicen, para escribir la historia social. Eso de revisar los periódicos de la época siempre me ha parecido fascinante. Si el debate fue tan decisivo, el historiador acucioso iría en busca de testimonio y evidencia.
La nota escrita el día siguiente del debate por la corresponsal de France24 se titula "Un atril vacío en Ecuador: el debate presidencial, marcado por el asesinato de Villavicencio". La nota abre brindando contexto y menciona el asesinato de Fernando Villavicencio, señala que hubo un podio vacío en el escenario y un minuto de silencio al inicio, y que los candidatos coincidieron en condenar el asesinato de Villavicencio y criticar al gobierno de Guillermo Lasso.
Luego, haciendo referencia a lo que dijeron los candidatos, menciona a Jan Topic, luego Luisa González y luego Yaku Pérez. En ese orden. Más abajo, Xavier Hervas, Bolívar Armijos y Otto Sonnenholzner. Al final, Christian Zurita aparece en alusión a que participará en las elecciones en reemplazo del candidato asesinado.
Ni una mención a Daniel Noboa. Literalmente ni una sola. En la nota aparece hasta el nombre "Rafael Correa" en uno de los párrafos. Pero "Daniel" o "Noboa" no aparecen ni una sola vez. En la historiografía es tan importante lo que una fuente dice como lo que omite.
Digamos que lo anterior es una omisión de la prensa internacional, y que los corresponsales no estaban familiarizados con Noboa lo suficiente como apreciar y resaltar su participación, y que, por las razones que fueran, lo pasaron por alto como candidato. ¿Qué decía la prensa local?
La primera nota que Primicias publicó inmediatamente después del debate, la misma noche del 13 de agosto de 2023, se titulaba "Debate presidencial: poca profundidad y mucho enfrentamiento". Igualmente, empieza haciendo referencia al minuto de silencio y al podio vacío en el set. Luego, menciona el ritmo atrancado del debate, donde los moderadores confrontaban con los candidatos para presionarles a que respondan las preguntas y eviten las acusaciones entre sí.
Más abajo, la nota aborda sustantivamente los intercambios entre los candidatos, empezando por el bloque temático de seguridad. La nota dice que Jan Topic presentó un enfoque de mano dura, Otto Sonnenholzner le acusó de tener un conflicto de intereses por ser dueño de una empresa de radares, y Luisa González le señaló como un "francotirador" que no estaba capacitado para manejar la cartera de seguridad.
La primera mención a Daniel Noboa aparece recién en el párrafo catorce del artículo y dice literalmente lo siguiente: "Daniel Noboa llamó la atención por aparecer en el debate con un chaleco antibalas sobre su camisa".
La siguiente oración dice someramente, "Noboa en seguida ofreció reformas a la justicia, con la implementación de un sistema de jurados", y luego hay una oración debajo del subtítulo que concierne al bloque temático de institucionalidad que dice, "El bloque comenzó con temas de división territorial, en los cuales Noboa y Armijos propusieron cambios en cuanto a la descentralización". Armijos, mencionado al mismo nivel que Noboa, quedó en último lugar en la elección, recibiendo menos del 1% de los votos.
Hay un excelente artículo de Yalilé Loaiza para Infobae, publicado también en la misma noche del debate, que hace una especie de reportería en tiempo real, poniendo por escrito lo que los candidatos dicen en el debate. Daniel Noboa recibe muchas más menciones y referencias al contenido sustantivo de lo que dijo en ese artículo.
Finalmente, al día siguiente del debate, Carolina Mella publicó en El País un excelente artículo que ofrecía tanto un relato de lo que se dijo como un análisis del contenido y el contexto. Me llama la atención que allí, también, la primera mención de Noboa hace referencia a la imagen: "El candidato Daniel Noboa, quien estuvo todo el tiempo con un chaleco antibalas".
Noboa ocupa muy poco espacio en ese artículo. La violencia, el asesinato de Villavicencio, el clima de incertidumbre, figuran más prominentemente. Y en cuanto a los candidatos, el artículo presta más atención a unos que a otros. La siguiente oración es decidora:
"Los últimos sondeos situaban como favorita a Luisa González, del partido Revolución Ciudadana (…) y los siguientes lugares estaban muy reñidos entre Otto Sonneholzner (…) y el ambientalista Yaku Pérez".
Las encuestas influyen sobre los debates y sobre la cobertura de los debates.
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Según la ley electoral, el último día que las encuestadoras podían hacer públicas sus mediciones antes de las elecciones de 2023 fue el 9 de agosto. El debate fue el domingo 13 de agosto. La primera vuelta fue el domingo 20 de agosto. Pasada la primera vuelta, cuando ya no operaba la restricción para las firmas encuestadoras, la empresa Comunicaliza publicaba esta diapositiva en uno de sus informes.
Daniel Noboa pasó del 3% el 12 de agosto, el día antes del debate, al 18% el día después. El mito del debate estaba consumado.
Después de la primera vuelta, Santiago Basabe fue uno de los primeros en señalar que las explicaciones que circulaban para explicar el resultado de Noboa resultaban insatisfactorias. Especialmente, decir que su gran desempeño electoral se debía a su gran desempeño en el debate presidencial resulta bastante insuficiente para explicar un ascenso meteórico de veinte puntos en intención de voto en la última semana antes de la elección. Al revisar la prensa local e internacional, hay escasa evidencia que señale un desempeño sobresaliente de Noboa. Los ojos estaban puestos en los candidatos que hasta pocos días antes del debate aparecían más arriba en las encuestas.
En busca de explicaciones, comentarios de observadores como Francisco Montahuano y Sebastián Arrieta, resultaban más iluminadores. Ambos apuntaban que el trabajo en territorio (invisible para las élites de las ciudades centrales) fue lo que marcó la diferencia. Más precisamente, el argumento era que ese trabajo se concentró en ciudades pequeñas o intermedias donde había muchos votos disponibles, era más fácil hacer una campaña cara a cara, y la campaña de Noboa había desplegado una infraestructura importante con las brigadas médicas de la madre del candidato y con las promesas de empleo por parte de la campaña. Nada de eso arrancó en la última semana de la campaña.
La otra inmensa variedad de explicaciones decía que Noboa fue genial en establecer relaciones afectivas a través del uso bastante efectivo de las redes sociales. No sólo era una cuestión de efectividad del contenido: era, sobre todo, una cuestión de volumen. Alondra Enríquez, representante de la firma de análisis digital Golden, explicaba en un Twitter Space después de las elecciones que la campaña de Daniel Noboa había gastado cantidades de dinero exorbitantes en Facebook e Instagram, y que en comparación con Noboa, los otros candidatos había destinado apenas una fracción mínima a las redes sociales. Todo eso sin contar con la inmensa audiencia orgánica de la esposa influencer del candidato.
Ninguna de estas estrategias empezó la última semana de la campaña. ¿Por qué nada de esto tuvo un efecto detectable en las mediciones de intención del voto antes del debate?
Por último, el debate en sí mismo fue un hecho de características extraordinarias. Villavicencio había sido asesinado, se negó la participación de Christian Zurita, y esa noche en el set iba a aparecer un podio vacío. Datos de la misma Comunicaliza mostraban que casi el 70% de los electores encuestados vieron el debate total o parcialmente, un adicional 12% hizo el esfuerzo por enterarse para saber lo que pasó, y que el segmento demográfico que más sintonizó el debate fueron los electores entre 21 y 35 años. De acuerdo a una medición, el debate fue el evento televisivo de mayor audiencia del año, comparable en magnitud con el partido de inauguración del Mundial de Qatar 2022.
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El politólogo Larry Bartels, para explicar el ascenso de Donald Trump que igualmente nadie detectó, utilizaba la metáfora del reservorio de agua. Algunos fenómenos en la opinión pública crecen como el caudal de los ríos y son paulatinamente detectables, pero otros son como un reservorio: se acumulan durante mucho tiempo, silenciosamente, hasta que el reservorio estalla y hay una explosión que parece repentina, pero que en realidad se venía acumulando durante largo tiempo.
Cuando pienso en el debate del 2023 como variable explicativa de la victoria de Noboa, a veces siento que tenemos la causalidad al revés. Noboa no sobresalió en el debate. No lo recogió la prensa, no lo comentó la gente. Los comentarios, a lo mucho, señalaban su presencia vistiendo un chaleco antibalas, y los memes cuestionaban si ese joven en el escenario era efectivamente hijo de Alvarito.
Pero Álvaro Noboa, en la papeleta o en el meme, ha estado presente en la retina de los ecuatorianos durante décadas. Las misiones de Annabella Azín han operado durante años. La campaña digital y en territorio de Noboa se desplegó durante varias semanas. Me cuesta entender por qué todas estas circunstancias y estrategias no se tradujeron en cifras de intención de voto detectables para las encuestadoras. Me cuesta entender por qué, de pronto, la intención de voto de Noboa se vuelve no sólo detectable, sino que el candidato se catapultó a las primeras posiciones en dos días, del día anterior al día después del debate, si su participación no fue nada sobresaliente. Algo no cuadra.
Una explicación alternativa es que lo que en realidad hizo el debate fue cambiar la estructura de permisibilidad de un segmento del electorado. En breve, “la estructura de permisibilidad” es un concepto de la ciencia política que se usa para explicar tendencias de comportamiento electoral a nivel colectivo, que ejercen presión sobre el individuo, y que se deben a razones históricas y sociológicas. Por ejemplo, en el contexto estadounidense, hasta recientemente la población afroamericana votaba sólidamente por el Partido Demócrata porque los demócratas estaban más cercanos al espíritu de los derechos civiles. Desde 2016, con Donald Trump en el mapa político, eso empezó a cambiar, y lo que se observa en los datos es que los jóvenes afroamericanos están mucho más abiertos a votar por Trump, escapando de la influencia colectiva de su comunidad. La “estructura de permisibilidad” cambió y la barrera de votar por un republicano se debilitó.
En 2023, en el fondo, el debate permitió que Noboa sea tomado en serio. Hasta antes del debate, Noboa no era —y no podía ser considerado— un candidato serio. Era el hijo de Alvarito, y un segmento considerable del electorado, hasta ese momento, habría sentido vergüenza de votar por un Noboa. Estamos hablando de Alvarito del meme del “no entiendo”, del hombre que cuando millones de personas fueron evacuadas en Florida en 2018 por el huracán Irma, se paró frente al océano, puño levantado en el aire, desafiando al huracán.
Daniel Noboa, a pesar de ser el hijo de Alvarito, un meme nacional, sonó más o menos elocuente. Su explicación de que “el problema de la electricidad en el país no es un problema de generación sino de transmisión” sonó solvente y convincente. No es trivial que Topic felicitó a Noboa en el escenario (“tú y yo estamos elevando la calidad del debate”) y que Correa hizo un comentario sobre él días después del debate.
El desempeño de Noboa no fue sobresaliente, pero fue lo suficientemente solvente como para que miles de electores que habían recibido sus videos, sus brigadas médicas, sus ofertas de empleo y sus regalos en campaña, se dieran permiso a sí mismos para votar por él al considerarlo una opción real y no una caricatura como su padre.
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El debate presidencial del 23 de marzo no tendrá el efecto de convencer a los indecisos por la sustancia de lo que se discuta. Los votos genuinamente indecisos son, realidad, muy pocos. Para la mayoría de los votos que fueron a los otros candidatos en primera vuelta hay una expectativa estadística y razonable (ver por ejemplo, a dónde irán los votos de Leonidas Iza en la Sierra Centro o en Quito).
Para esos pocos genuinamente indecisos, el debate no servirá por la sustancia. A la luz de lo que ha pasado en las elecciones anteriores, es más preciso decir que el debate les brindará a los indecisos una justificación para darse permiso para votar por uno u otro candidato.